Eduardo Casal y Carlos Stornelli:
Gracias por los servicios
Con décadas en el sistema judicial,
el fiscal federal Carlos Stornelli y el procurador
General de la Nación, Eduardo Casal, parecen llegar
al fin de sus oscilantes carreras.
Eduardo Casal sustituyó en el Ministerio Público
Fiscal, en diciembre de 2017, a la vilipendiada
Alejandra Gils Carbó, un cambio a la medida de
Mauricio Macri.
Durante el invierno de 1983, el interventor militar
de Radio Belgrano acudía en uniforme a su oficina,
decorada con un crucifijo más grande que el de Río
de Janeiro. Se
trataba del teniente coronel Atilio Stornelli.
Su hijo, Carlos, por entonces un estudiante de
Derecho con cara perruna y sobrepeso, lo visitaba
con frecuencia en la emisora. El oficial pasó a
retiro una vez restaurada la democracia. Y él
continuaba en la facultad. Luego, ya diplomado, fue
labrándose una opaca carrera judicial en un tribunal
porteño de menores.
Pero su destino dio un notable giro en razón a su
primera boda; la novia resultó ser Claudia Reston,
hija del general Llamil Reston,
quien fuera ministro del interior de Videla y
Bignone. Ella, también abogada, trabajaba en el
estudio jurídico del futuro ministro Carlos
Corach, quien puso a Stornelli, en 1993, al frente
de la Fiscalía Federal Nº 4. Un
nombramiento que contó con el beneplácito de Carlos
Menem. Seguramente ignoraba que aquel muchacho algo
taciturno era propenso a morder las manos que le
daban de comer. Ocho años después, hizo que al
riojano le dictaran la prisión preventiva por la
venta de armas a Ecuador y Croacia.
Todo indica que, por entonces, Casal no era un
desconocido para él.
Quizás alguna vez se hayan cruzado en los pasillos
de la facultad, dado que coincidieron en sus años de
estudio. Aunque recién en la década siguiente el
destino los enlazó en un vínculo, diríase,
institucional, cuando
Casal fungía de “garrote” del procurador Angel
Agüero Iturbe, quien
compartía un estudio jurídico con el entonces
presidente. Ese funcionario, muy mal visto por sus
trapisondas, fue reemplazado por otra joya del
menemismo: Mariano Cavagna Martínez, al que el
doctor Casal también sirvió con abnegación. Lo
cierto es que él ya era allí un amanuense para las
peores causas.
Una de éstas: haber
favorecido en aquellos años a represores requeridos
por Italia al
escamotear las notificaciones de los juicios por
crímenes de lesa humanidad expedidas por los
magistrados de Roma. Así obtuvieron el dulce
beneficio de ser condenados “en rebeldía”.
Con el correr de los años, aquel hombre cada
vez más parecido a Mister Burns, el villano de la
serie Los Simpson,
se convirtió en parte del mobiliario de la
Procuración. Nacido para chapotear en aguas
servidas, su condición de burócrata con pulsiones de
soplón cuajaba con tal destino.
Su salto hacia la cúspide del Ministerio Público
Fiscal, en diciembre de 2017, para sustituir a la
vilipendiada Alejandra Gils Carbó, fue un
cambio a la medida del gobierno de Mauricio Macri. Porque
el carácter provisional de su investidura tuvo en
esos días un objetivo preciso: realizar el trabajo
sucio, una pretendida contrarreforma del organismo,
para que su reemplazante no acarree el estigma de
tan ingrata tarea. Nadie
entonces imaginó que Casal tendría otra virtud:
perdurar hasta el presente. Y
dio todos los pasos para lograrlo.
Por su parte, Stornelli también asistía a su hora
más gloriosa. En
dupla con el ya fallecido juez federal Claudio
Bonadío,
su figura brillaba –más que la de otros fiscales tan
ambiciosos como él– en el armado de causas contra ex
funcionarios kirchneristas, dirigentes opositores y
empresarios rivales de los CEOs del macrismo. El
denominado Círculo Rojo lo consideraba un genio del
dibujo procesal. Pero
nada fue para él de la noche a la mañana.
En este punto es necesario retroceder a fines de
2007, cuando pidió una licencia en la Procuración
para ser nada menos que ministro
de Seguridad en la provincia de Buenos Aires durante
la gestión de Daniel Scioli.El
ministro de Planificación, Julio de Vido, había
influido sobre el ex motonauta para ese
nombramiento. Y Stornelli se deshizo en
agradecimientos. Vueltas de la vida.
Su estadía platense será siempre recordada por el
gran papelón en la búsqueda de la familia Pomar,
fallecida en un simple accidente vial, y a la que se
tardo 24 días en encontrar al costado de una ruta.
Desde un punto de vista totalizador, su
gestión consistió en borrar de un plumazo la reforma
policial de su predecesor, León Arslanián,
restaurando así los atributos que La Bonaerense
había tenido en sus peores épocas. Lo hizo con una
concepción punitivista del orden urbano, mientras
accedía a las más antojadizas demandas de los
uniformados.
Pero eso lo llevó a una paradoja: en medio de su
romance con el comisariato, solo
le bastó efectuar un enroque en Prevención del
Delito Automotor (una caja muy codiciada) para que
los Patas Negras le declararan la guerra.
Ello se tradujo en una escalada de homicidios en
ocasión de –presuntos– robos, cuyos cadáveres fueron
arrojados sobre su escritorio.
Stornelli entendió el mensaje. Y
después de presentar su renuncia, en noviembre de
2009, retornó con premura a la Capital. Nunca más
puso un pie en La Plata. Un valiente.
Su retorno a la Fiscalía fue con la frente marchita,
pero pudo sobrellevar la pesadumbre que lo
embargaba alternando
las tareas judiciales con la rosca interna de Boca
Juniors.
Eso le dio sus frutos: en 2012 fue designado jefe de
Estadio y Seguridad Deportiva del club. Cabe
destacar que su gestión se vio embellecida por un
aliado de lujo: el barrabrava Rafael Di Zeo.
Claro que esa etapa también supo propiciar su
acercamiento a Macri.
De modo que el arribo de éste a la Casa Rosada
significó para Stornelli una época de cambios
venturosos: entonces depositó todas sus energías en
la epopeya purificadora del flamante oficialismo. En
el aspecto personal, inició entonces su
convivencia con Florencia Antonini (la ex del piloto
Castañón) y
pudo colocar a su hijo, Julián, en la AFI.
El blindaje
En 2012, Stornelli fue designado jefe de Estadio y
Seguridad Deportiva de Boca, donde tuvo estrecha
relación con el barrabrava Rafael Di Zeo.
Al empezar la tarde del 26 de marzo de 2019, un tipo
de camisa a cuadros y gafas negras eludía en la
esquina de Figueroa Alcorta y Castex a un movilero
de C5N, sin dejar de caminar con pasos cortos y
veloces, mientras espantaba el micrófono como si
fuera una mosca. No
era otro que Stornelli, quien debía estar a esa hora
en la ciudad de Dolores para
su indagatoria ante el juez Ramos Padilla.
En aquel mismo instante, Casal palidecía
al contemplar tal escena desde el televisor de su
despacho.Ya entonces se encontraba dedicado a dos
misiones prioritarias: hostigar
sin miramientos a la fiscal Gabriela Boquín por
haber frenado las maniobras para licuar la deuda de
la familia Macri con el Estado por el Correo
Argentino, y mantener
el manto protector sobre Stornelli al
que conservaba en el cargo a pesar de sus desdichas
penales.
Éste acumularía seis faltazos en Dolores, siendo
declarado por tal razón “en rebeldía”,
mientras continuaba con sus quehaceres judiciales
con total normalidad. Eso sí: ya pesaba sobre su
cabeza un sumario administrativo en el Ministerio
Público Fiscal. Una
sobreactuación de Casal para evitar la apertura de
un jury de enjuiciamiento contra él, que
lo habría dejado sin fueros y bajo prisión
preventiva. En aquellas circunstancias ocurrió la
debacle electoral de Juntos por el Cambio (JxC) en
las PASO. Y al Procurador, un tiempista nato, le
corrió un escalofrío por la espalda.
Stornelli no tuvo otra chance que presentarse ante
el juez Ramos Padilla en
noviembre de aquel año, saliendo de allí ya
procesado en ocho causas por integrar una asociación
ilícita abocada al espionaje y la extorsión.
Desde entonces supo masticar la certeza de que su
único salvavidas era el traslado del expediente a un
juzgado amigable de Comodoro Py. Algo ahora
improbable, tras la resolución de la Cámara
marplatense.
A su vez, Casal
es consciente de que su etapa en la Procuración
transita hacia su inminente final. Y.
quizás, no sin experimentar un ramalazo de alivio.