Por Guido Vassallo
La asunción del presidente de Estados Unidos Joe
Biden genera expectativas dispares en una América
latina que viene de resistir los embates del
gobierno de Donald Trump. La relativa cercanía de
Biden con la región durante su paso como
vicepresidente de Barack Obama, sumado al perfil de
los funcionarios que eligió para los estratégicos
departamentos de Estado y Seguridad Interior,
anticipan un cambio de estilo a nivel diplomático
pero no se esperan rupturas en temas sensibles como
el vínculo con Cuba o Venezuela.
Por declaraciones del propio Biden y sus
funcionarios, se prevé la vuelta de Estados Unidos
al multilateralismo. Además el vínculo de Washington
con la región pasaría, con ciertos matices, de la
mera imposición a la búsqueda de consensos. “La
ventaja de venir después de Trump es que te pones un
poco moderado y ya pareces muy progresista”, aseguró
el sociólogo Emir Sader en diálogo con PáginaI12.
“La región se va a beneficiar de una situación
internacional un poquito más estable, con menos
probabilidad de carga comercial y política con
China, pero en realidad no habrá cambios directos.
Es muy raro que Estados Unidos invierta capital
político en nada de América latina que cueste
plata”, planteó por su parte el politólogo Ernesto
Calvo.
“Algunas cosas no van a cambiar en particular porque
América latina no está en el radar de Estados
Unidos. Con Obama se había hecho un estudio para ver
qué tan próxima era la relación analizando cuántas
veces llamaba a líderes de distintos países del
mundo. América latina era uno de los lugares a los
que que menos llamaba”, continuó Calvo. Sin embargo
también hay que reconocer que como vicepresidente de
Obama, Biden visitó América latina en 16
oportunidades, a diferencia de Trump que viajó una
sola vez a la región y fue el primer presidente en
la historia de Estados Unidos que no acudió a la
Cumbre de las Américas.
“El último momento de la relación entre los
demócratas y América latina fue pésimo. Barack Obama
y (la excandidata presidencial) Hillary Clinton
viajaban a Argentina y Brasil para darnos consejos y
vendernos sus políticas sociales. Pero ahora tienen
la chance de virar la página”, aseguró con un dejo
de esperanza Sader. “Trump dilapidó y pasó a
cuchillo a todo el departamento de Estado como no se
ha visto nunca. Cuánto tiempo va a tardar Biden en
recuperar su capacidad de diplomacia depende también
de cuánto tarde en salir de la crisis del
coronavirus. Sin esa salida la política exterior de
Estados Unidos va a estar trastabillando por los
próximos dos o tres años, más allá de que no esté
más Trump”, advirtió por su parte Calvo.
Por lo pronto, la designación de Antony Blinken como
secretario de Estado supone un cambio en en el
vínculo entre Estados Unidos y organismos como el
Mercosur, y en las relaciones bilaterales. Tal es el
caso de Argentina, que tiene por delante la
continuación de las ásperas negociaciones con el
FMI, en las que la palabra de la Casa Blanca tiene
un peso indiscutible. “Es muy significativa la
actitud que el gobierno de Biden pueda tomar con
Argentina. No solo debe atacar a Jair Bolsonaro,
tener buena relación con gobiernos progresistas como
los de Argentina o México es algo importante”, dijo
Sader.
Por el lado de Brasil, es conocida la mutua
admiración entre el presidente Jair Bolsonaro y el
saliente Donald Trump. El mandatario brasileño no
dudó en sostener que el triunfo de Biden era el
resultado de un “fraude gigantesco” en las
elecciones de noviembre, ratificando su alineamiento
con Estados Unidos. “Es muy fácil tomar a Bolsonaro
como víctima porque se ha vuelto un espantajo a
escala mundial. Eso Biden lo va a aprovechar
muchísimo. Va a hacerse la fama de demócrata y
progresista golpeando durísimo”, aseguró Sader al
respecto.
Para el autor de El nuevo topo: los caminos de la
izquierda latinoamericana, el nuevo gobierno traerá
consigo un cambio de estilo. “Biden tiene una
‘ventaja’ ya que Trump convivió con el viraje a la
derecha de gobiernos latinoamericanos, mientras que
él va a convivir con una tercera década del siglo
que aparentemente va a ser más democrática si se
confirma el triunfo del correísmo en Ecuador. Eso le
da poco margen de maniobra, no tiene cómo escoger
otros aliados”, sostuvo.
Respecto a Venezuela se espera un cambio en las
relaciones diplomáticas que traerán de la mano una
menor agresividad, aunque no mucho más. Trump actuó
y sobreactuó la confrontación abierta con el
gobierno de Nicolás Maduro para fortalecer sus
chances de reelección de cara a los fallidos
comicios de noviembre pasado. Pero el enfrentamiento
con Venezuela es de larga data.
Durante la administración de George W. Bush, Estados
Unidos impuso sanciones a miembros del gobierno del
expresidente Hugo Chávez por su supuesta
participación en el tráfico internacional de drogas.
Durante el gobierno de Obama se emitieron sanciones
adicionales por denuncias de abusos a los derechos
humanos. Y Trump emitió nuevas sanciones contra la
compañía petrolera estatal del país, PDVSA. Además
Estados Unidos reconoció durante el gobierno del
magnate republicano la figura del autoproclamado
presidente Juan Guaidó. En su audiencia de
confirmación en el Senado, el futuro canciller
Antony Blinken no dejó lugar a interpretaciones:
ratificó el apoyo del flamante gobierno demócrata al
líder opositor y llamó “brutal dictador” a Maduro.
“El bloqueo a Venezuela no tiene sentido porque es
un estado que está quebrado”, manifestó Calvo, quien
todavía no identifica la postura que tomará el nuevo
gobierno demócrata. “La OEA quedó muy desprestigiada
y perdió todo capital politico para intervenir en
Venezuela, algo que fue su gran agenda en los
últimos años. Estados Unidos tiene pocos
instrumentos para hacer mucho en Venezuela y creo
que va a tener poco interés en invertir capital
político para hacerlo”, agregó el profesor de
Ciencia Politica en la universidad de Maryland.
La situación no parece ser muy distinta en Cuba. La
última estocada de Trump a la isla caribeña fue su
inclusión en la lista de países que apoyan
oficialmente el terrorismo. En Cuba se puede retomar
el acercamiento que se pudo ver durante el gobierno
de Obama pero, como en Venezuela, habrá un enfoque
sobre las “cuestiones humanitarias”. “El único
motivo por el cual le es útil a Estados Unidos el
aislamiento económico de Cuba es por su voto en
Florida. Biden va a retraer la situación al
descongelamiento durante el gobierno de Obama, algo
que en realidad ratifica lo que pasa en todas las
administraciones demócratas”, aseguró Calvo.
Por último, Biden prometió un paquete de cuatro mil
millones de dólares para una Centroamérica sacudida
por la pandemia y los huracanes. El gobierno
demócrata confirmó además que le otorgará a los
“dreamers” una vía para la legalización permanente,
lo que beneficiaría a 700 mil jóvenes, y prometió
regularizar a once millones de indocumentados en un
plazo de ocho años.
De todas formas, cualquier cambio estructural en el
área de migraciones resultará difícil. “Es un tema
que activa mucho más a la derecha republicana que a
los demócratas, con lo cual si bien es un tema en el
que el partido demócrata quiere invertir, no tiene
tanto margen para jugar. No es sólo cambiar la
legislación, es cómo hacés para cambiar una cultura
institucional y política que no apoya ningún tipo de
politica suave en migración”, advierte Calvo.
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