Lo que debe saber el lector es que el
Gobierno continúa con esta idea. Y que, como señaló
ayer el economista Fausto Spotorno -quien suele escuchar
ópera con Milei los fines de semana-, existe
una idea superadora, o algo así, que incluye, por
estas horas, la negativa a devaluar. Es decir que, en el
corto plazo, habrá más de lo mismo. Esto es, más
recesión, más ajuste en el gasto público y más presión para
que sea esta maniobra la que contribuya a bajar -aún más-
los precios de la economía.
La fórmula que esconde Luis Caputo: ¿cuál es el plan a
seguir?
Para que se comprenda, lo que busca la Casa Rosada es
un sendero de desinflación cueste lo que cueste. La
no-devaluación es una medida necesaria en ese sentido,
aunque la brecha se amplíe y los dólares financieros
comiencen a tener su propia aventura separados del tipo de
cambio oficial. Y para ello, bueno, el
Gobierno está dispuesto a darlo todo, es decir, a generar la
peor recesión de la historia... ¿de la humanidad?
Pero aquí no termina la película. Hay un detalle aún más
importante. ¿Por qué el Gobierno querría tratar de alcanzar,
por ejemplo, el uno por ciento de inflación mensual sin
tocar el tipo de cambio? ¿No acumularía acaso un retraso en
el tipo de cambio formidable si no toca el dólar?
La explicación se ha dejado escuchar en las reuniones que
mantuvo el ministro Luis Toto Caputo con gobernadores. La
idea es básica: bajar la inflación a niveles muy bajos, y
potencialmente, desde ahí, unificar el tipo de cambio. Se
pregunta Luis Caputo en forma retórica: ¿cuánto podría ser
el salto inflacionario de una unificación cambiaria con
levantamiento del cepo si, mientras tanto, la economía entra
en una depresión fatal y la inflación previa roza el 1%?
Así se entiende la no-devaluación que promociona el
Gobierno. Busca generar expectativas de baja en los
indicadores de inflación porque entiende que eso debe
existir antes de unificar.
En el Gobierno piensan que, en plena depresión económica y
con una inflación de arranque por debajo del 1% mensual, el
salto en los precios generado por la unificación cambiaria
no sería tan grave. Para ello necesita que el IPC
siga en baja hasta ese nivel. Está dispuesto a acumular
desequilibrios en otras variables, pero no quiere entregar
ese indicador, la inflación, cuyo
colateral es, ni más ni menos, que la popularidad del
presidente. Piensa el presidente Milei que lo más
importante que debe resguardar es su promesa
desinflacionaria, y que el resto no importa demasiado, por
lo menos a su electorado.
La condición necesaria para "soltar" el cepo cambiario
Esta es la clave de la pulseada que tiene lugar por estas
horas. El
Gobierno está convencido que puede inducir a una recesión
aún más profunda vía un ajuste adicional del gasto, que
logre bajar los precios a niveles más bajos aún. Con
ese “piso” garantizado, y ubicándose en el subsuelo mismo de
la serie estadística del IPC, planea sondear la posibilidad
de “soltar” los controles, unificar el tipo de cambio, y que
éste busque el nivel que pongan la oferta y la demanda, tal
como le está pidiendo el FMI y el ex asesor estrella Domingo
Cavallo.
Huelga decir que la
unificación cambiaria tendría como contrapartida
¿anticipada? un desembolso del FMI, los famosos u$s 10.000
millones y que, de esa forma, la entidad podría
intervenir de ser necesario, aunque la idea es que el tipo
de cambio busque un nuevo nivel, obviamente más alto que el
actual. A la vez, se bajaría al menos diez puntos
porcentuales del impuesto PAIS y se acomodaría la tasa de
interés para hacerla positiva en términos reales.
Por último, y porque es parte de este entramado de fe que
despliega el Gobierno por estas horas entre sus acólitos, el
presidente Milei también necesita convencer a los bancos. Por
esa razón, en la conferencia del viernes, el ministro pensó
que sería bueno anunciar lo que pensaba hacer con la deuda
del BCRA. Mientras Orlando
Ferreres le ponía la etiqueta de “una especie de Plan Bonex”,
lo concreto es que el Gobierno analiza por estas horas
avanzar en el mismo sentido que anunció. Entienden que sería
una maniobra que garantizaría, a ojos del mercado, el
compromiso de realizar un mayor ajuste aún en el gasto, al
tiempo que le desataría las manos al BCRA para colocar la
tasa de interés en niveles acordes para liberar el cepo
cambiario y unificar. Claro está que antes deberá
despejar la pregunta sobre la fortaleza de las arcas
públicas para pagar esa deuda que se acumula.
Hay dudas sobre la migración del stock remanente de pasivos
remunerados del Banco Central a deuda del Tesoro. Son
$15 billones de pases pasivos. Mañana está pensado
que sea el día para dar a conocer las normativas para la
creación de las letras de regulación monetaria. Según
consigna Ámbito, distintas fuentes privadas calcularon que
el Tesoro necesitará hacer
un ajuste adicional de entre $600.000 millones y $800.000
millones al mes para afrontar esos intereses.
Aunque si, como se piensa, se suba la tasa de interés, ese
ajuste será mayor